sábado, 30 de noviembre de 2013

La chica del metro.

Llevaba un vestido blanco y los labios pintados de oscuro, se revolvía con las manos su pelo azul y apoyaba los pies en el asiento de delante, como si deseara con todas sus fuerzas que yo la dibujase a versos.
Sus zapatillas rotas, sus dedos apoyados sobre una diminuta sonrisa, sus tatuajes llamándome a gritos desde su piel blanca, sus uñas pintadas del mismo color que sus labios y el amanecer de huesos y piel que formaban sus largas piernas.
No creo que fuese plenamente consciente de que sus ojos estaban iluminando todo el vagón.
Contemplaba a través del cristal las gotas de lluvia, ajena al resto del mundo y a mi existencia...
No sé quien era, pero acaba de bajarse del metro y creo que ya la estoy echando de menos.

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