jueves, 26 de septiembre de 2013

Mejor escupirlo.

Todo se resume en "Pues pide ayuda", pero ayuda ajena, no vayas a pensar que voy a perder la cabeza por descubrir realmente cual es el problema.

Es un buen resumen de lo que han sido mis 3 últimas semanas, la mayoría de la gente que me rodea aconsejándome pedir ayuda sin preocuparse o interesarse sobre cual es el verdadero problema, sin ofrecer su ayuda directa, yo te digo lo que tienes que hacer, pero que lo haga otro... Y esa es otra, pide ayuda, como si yo fuera una princesita desvalida de uno de esos lamentables cuentos disney, encerrada en la torre de un castillo esperando un principe, el día que me siente a esperar que algo así suceda espero tener la suficiente cordura para pegarme un tiro en la sien.

La mayoría de esa gente cree que el problema está en mi relación de pareja, o en el final de esta más bien, nada más lejos de la realidad, que esa rata traidora a quien consideraba parte esencial de mi vida haya hecho lo que ha hecho no es la razón de mis problemas, ni tan sólo el comienzo, es la culminación y el broche final a demasiados golpes unidos, a cada cual más fuerte.
La que hasta hace bien poco consideraba podría haber sido la mujer de mi vida a cometido la mayor de las traiciones, ella y una de esas amigas de toda la vida, pero cómo ese no es el problema, ni el mayor dolor que cruza mi vida en estos momentos, sólo uno de ellos, ya ni si quiera les odio, de hecho empiezo a sentir lastima por ellas, por lo que hacen, por cómo lo hacen y por sus vergonzantes excusas.
Sólo espero que sufran una dolorosa y sucia enfermedad de trasmisión sexual.

Durante dos semanas tuve que poner kilómetros por medio y desaparecer, literalmente además, vaya fiesta al volver....
Y recluirme en el monte, en una casa perdida donde no ha llegado la civilización, era huir o morir, el simple hecho de llegar a casa, a TU casa, donde se supone que debes sentir tranquilidad y paz absoluta me provocaba una ansiedad y un dolor que no recordaba desde mis días viviendo en la calle.
Acabar el día de antes de irme tirada en un callejón de madrugada acompañada únicamente por el llanto y las taquicardias, por esa ansiedad y ese dolor fue la señal para desaparecer temporalmente. "O me voy, o esto acaba conmigo".

Estoy de vuelta, con un ex novio tarado que cree asustarme, una hermana que no me dirige la palabra, una madre a la cual reconcome el deseo de volver a echarme y un cerdo y oportunista que cree poder darme lecciones de vida y de padre (¿?)
Mi "padre" decidió irse y desaparecer antes de que yo naciese, y esa es toda la relación paterna que voy a tener a lo largo de mi vida, no voy a recibir lecciones de un patán que cree poder mirarme por encima del hombro y cree ser mejor que yo, mis visitas al psicólogo/psiquiatra no son carnaza para tus chistes homófobos.

Dos semanas antes de irme deje el psicólogo porque era simple y llanamente un retrasado de proporciones épicas, con consejos como " El problema está en que piensas demasiado, deberías pensar menos, no leer tanto, ver más la televisión y no pensar ni tanto ni así".
Lo dejé y empece a ir al psiquiatra, la palabra psiquiatra asusta, puedes ir al psicólogo si tienes una mala racha, pero si vas al psiquiatra es que estás jodidamente loca. En algo así se resume el imaginario colectivo cuando pronuncias la palabra psiquiatra.
Y asusta, por eso en determinadas circunstancias evito decirlo, lo cambio por médico, doctor, consulta, terapia...
No sé si funciona, si algo va mejor, lo que si sé es que lo que me asustaba no era la palabra, era mi estado y mis pensamientos.